ME CONFIESO nada sospechoso de acudir al pasado con nostalgia, más bien al contrario, invoco al futuro con ilusión y entusiasmo, una actitud. El futuro, como aún no ha ocurrido, lo podemos esculpir a voluntad; el pasado, inamovible, como estructura que sustenta nuestro presente, fuente de inspiración o pozo del olvido, según el caso. En política el pasado no vale nada. La política va del futuro; será que es verdad que somos seres proyectivos, que necesitamos planificar nuestra vida, atisbar el horizonte. Por tanto, el político, por definición, debe crear visión y ser optimista. ¿Qué nuevo proyecto nace desde el realismo gris o el inmovilismo?
Hay políticos y políticos, claro, aunque me da que en Canarias tenemos pocos, muy pocos. En realidad, si repasamos nuestras instituciones públicas: un líder espiritual, su guardia pretoriana y el relleno que levanta la mano. En la oposición, ni eso. Ni unos ni otros se adentran en el debate constructivo sobre el futuro, no interesa la planificación; la acción política se limita al regate en corto de gestionar lo inmediato. Gestionar en vez de gobernar, y ¿quién gobierna? Sin buscarlo, surge el paralelismo con los personajes que modela Rafael Yanes en su novela "Chacayca" -lectura obligada- don Aurelio y el señor Honorio, que administran sus fincas como Dios manda.
Debatir es algo relegado al ámbito privado. No se debate en el Parlamento, con sus portavoces y sus acuerdos previos. Tampoco en los congresos de los partidos, cuyas ponencias políticas se elaboran antes y la disidencia es tímida y cautelosa para seguir en la foto. Política cobarde que no se atreve a razonar en público. Y en los medios se critica mucho y se propone poco. Tormenta pasajera; cuando amaina nadie se acuerda del petróleo ni de la necesaria modificación del REF -no de la forma, sino del fondo- ni de la improrrogable restructuración de las administraciones locales. Los asuntos pasan y todo sigue igual.
Vuelvo a reivindicar la implicación de la prensa en la vida política y no solo para denunciar y para informar. Afirmaba Pérez Minik sobre el que fuera fundador y director del periódico La Tarde: "Sus ideas y sus creencias, sus proyectos y sus alegatos y su voluntad firmísima, realizados o no, han quedado como un aire propicio y aleccionador, exultante y optimista, seguro y excitante, que gravita en los días claros sobre toda la vida de nuestra ciudad". Don Víctor, siempre activo en la brega, era constante, escribía sobre asuntos concretos e insistía con argumentos. Otra forma de hacer política, quizás más pragmática e influyente, que no conoce sectarismos y enfocada al interés general. Una lección magistral.